Estudiar un idioma requiere un gran esfuerzo inicial, sobre todo cuando se trata de una lengua que no tiene demasiadas similitudes con nuestra lengua materna. Establecer rutinas y técnicas de aprendizaje que faciliten la adquisición de estas nuevas habilidades supone todo un reto en alumnos de cualquier edad, pero se hace más patente cuando los estudiantes son adultos.
Cuando hablamos de que los alumnos se expresen oralmente en un idioma que apenas conocen, supone un gran reto para ellos. Crear un entorno en el que se sientas cómodos para lanzarse a hablar y que pierdan el miedo a equivocarse es labor esencial de los profesores. Por supuesto este miedo depende también de cada persona así como los objetivos o velocidad a la que deseen adquirir el idioma.
Estímulos externos
Además de lo que se comparte en las aulas, un elemento muy favorecedor para mejorar la compresión de un idioma nuevo es rodearnos de elementos en nuestro día a día que nos permitan integrarlo en nuestra rutina. Escuchar la radio, música o un podcast son estrategias que muchos de nuestros alumnos utilizan. No sólo acostumbra al oído al vocabulario sino a la entonación, pronunciación y ritmo en las conversaciones cotidianas.
Otro paso más sería leer libros, revistas o periódicos en el idioma. En el caso del euskera además, contamos una literatura rica y amplia que permite a personas de cualquier nivel mejorar en su compresión lectora.
A todo esto podemos añadir los contenidos audiovisuales. Películas, series o noticias están a nuestra disposición no sólo en la televisión autonómica, sino que plataformas como Netflix ofrecen filmes en euskera (con posibilidad de subtítulos) como las premiadas Loreak o Handia.
Todos estos pequeños gestos ayudan y apoyan la labor de los profesores y el esfuerzo del alumno se ve siempre recompensado con una mejora visible en su evolución.